18 de febrero de 2022

4 min de lectura

Por Claudia Asúnsolo Rivera

Cupido, el pequeño niño alado hijo de Afrodita, diosa griega de la belleza, el amor y la fertilidad (Venus para los romanos), y de Ares, dios griego de la guerra (Marte para los romanos), tenía la labor de ayudar a su madre para que dioses y humanos se enamoraran, lanzando sobre ellos sus flechas de amor. En la espalda cargaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban indiferencia. Como era bastante travieso, a menudo disparaba sus flechas doradas provocando amor sobre un hombre o mujer, y las de plomo sobre aquel que despertaría el amor del desafortunado, provocando que sus sentimientos no fueran correspondidos.
Además, solía disparar sus flechas entre parejas muy desiguales: pobres y ricos, viejos y jóvenes, hermosos y poco agraciados. De hecho, es por esta actitud del pequeño dios, que se le suele representar con los ojos tapados, como indicador de que el amor es ciego; de aquí también que se acostumbra decir -cuando caemos presas del amor- que hemos sido flechados. Como sea, nadie se libraba de los efectos de las flechas de Cupido, que había sido dotado de un poder del que no podían escapar ni dioses ni mortales.
Con el paso del tiempo, Venus comenzó a preocuparse porque su hijo, provocador de amores caprichosos o no correspondidos, no crecía y sus travesuras causaban enojo tanto entre los dioses como en los mortales. En busca de una respuesta, se dirigió al oráculo de Temis quien le dijo: «El amor no puede crecer sin pasión», palabras que la diosa no comprendió en ese momento.
Venus y Ares decidieron darle a su solitario hijo, un hermano. Así nació Anteros, que tenía alas de mariposa a diferencia de su hermano que las tenía de pájaro, aunque a veces se les representa a ambos con alas de ave por igual. Anteros era el dios del amor verdadero conocido también como el vengador del amor no correspondido pues castigaba a los que desdeñaban y no correspondían al amor de otros; con frecuencia se representa a los dos hermanos en pugna.
Curioso que con el tiempo, sea Cupido, el dios del amor no correspondido, y no Anteros, quien sea recordado como el dios inspirador de la fuerza primordial del amor… Quizá porque el amor romántico, aquel que plasmaron músicos, pintores y poetas del siglo XVIII, es un amor melancólico, idealizado y por supuesto imposible. Pero el travieso y cruel Cupido tendría su propia historia de amor.
En la Tierra de los mortales vivía una princesa llamada Psique (Alma), que a pesar de ser muy hermosa, no lograba encontrar marido pues los hombres que la idolatraban no se sentían dignos de ella. Venus, celosa por la gran belleza de Psique, le pidió a Cupido que la hiciera enamorarse locamente del hombre más feo, vil y despreciable del mundo. Pero al verla, Cupido se enamoró profundamente de ella y creció hasta convertirse en un apuesto joven: en Eros. Fue entonces cuando tomaron sentido las palabras del oráculo: el amor solo puede crecer en presencia de la pasión… Eros significa pasión, es decir, amor en acción, y el verdadero amor solo se da en presencia del alma.
Contra los deseos de Venus, Eros se casó con Psique y por arte de magia la llevó a un castillo aislado donde cada noche se amaban. Como estaba prohibido que dioses y mortales se amaran y vivieran juntos, y estaba prohibido también que los humanos vieran a los dioses, Eros no reveló su identidad a su amada esposa. Solo la visitaba de noche y le pedía se cubrirse los ojos en su presencia. Eran muy felices hasta que convencida por sus envidiosas hermanas, Psique rompió la prohibición impuesta y miró a su marido. Eso le valió el castigo de ser abandonada por Eros, quien con tristeza se despidió diciéndole: «El amor no puede vivir sin confianza».
Expulsada del castillo, la arrepentida princesa recorrió el mundo en busca de su amado, superando una serie de desafíos cada vez más difíciles y peligrosos impuestos por la furiosa Venus, quien entre muchas pruebas, le impuso un viaje al inframundo para llevar una pequeña caja que contenía un poco de belleza para Proserpina, la esposa de Hades (Plutón para los romanos). Por ningún motivo debía abrir la caja.
Durante el viaje, Psique superó grandes penas y peligros, pero sucumbió ante la curiosidad de abrir la caja; al abrirla, cayó en un profundo sueño que parecía la muerte. Cupido, al encontrarla, le retiró el sueño mortal del cuerpo con lo que logró revivirla. Finalmente Venus, conmovida por el amor que Psique demostró tener por Eros, decidió perdonarla al igual que el resto de los dioses quienes la convirtieron en una diosa para que pudiera reunirse con su amado. Así, finalmente Eros y Pique se unieron demostrando que el amor todo lo puede.
A partir de la historia de estos dos personajes, el amor ha sido simbolizado por dos corazones atravesados por una flecha. De la feliz unión de Eros, la pasión, y Psique, el alma, nació su hija Voluptas que significa placer…

*Periodista, publirrelacionista, escritora y conductora de Radio Passion US

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