Por Laura Hidalgo

¿Y cómo llevas la edad?   ¿Sientes entusiasmo en tu vida?   ¿Llevas cargando una mochila pesada en tus hombros?   ¿Percibes que el tiempo se te va de las manos?   ¿Aceptas tus canas?

Hace poco más de dos años en mi cumpleaños 51, decidí dejar de teñirme las canas y aceptarlas con amor y gratitud.   Hoy puedo decir que ha sido una gran elección porque con las líneas plateadas alrededor de mi rostro, brillé con otra luz y una mirada de reconciliación con un nuevo momento de aceptación en mi vida.    Soltar la idea de verme joven todo el tiempo.

Casi treinta años de teñirme como esclava del tinte cada tres semanas a lo más y hoy liberada de ese yugo es un gozo enorme.    Ampliemos.

Lo cierto es que la edad se lleva en cada poro de la piel, en cada experiencia, en tantos recuerdos.    Basta mirar la edad de los hijos para calcular la mía.   Pero no es solo eso, los rasgos del cuerpo que van cambiando, las venitas que se notan en las manos y se marcan más, la piel que va tornando flácida en algunas zonas.   Las líneas de expresión alrededor de los ojos, los labios que van perdiendo su pigmento, las entradas que dejan atrás una melena abundante.    ¿Acaso es atrevido lo que estás leyendo?   ¿Molesta?   En ocasiones se acompaña con el dolor de rodilla, la vista disminuida, una menopausia o andropausia mal atendida, porque los hombres en general ni toman en cuenta esta etapa para muchos totalmente desconocida desde mis investigaciones.

Pero las canas son algo especial, algo que se puede cubrir y esconder, contrario a todos los otros signos antes mencionados.   Dejarlas brillar al natural es una afrenta a los cánones de belleza, al estigma de mantenerse más joven y hay quien dice que parece descuido de la imagen personal.    Una querida amiga me dijo que me veía viejita guapa, pero viejita al fin.  ¿Tú que piensas?

Trabajé veinte años en la belleza y antes otros diez en la moda femenina.     Mi conclusión siempre ha sido la misma, “se maquillan unos labios, pero se resalta una sonrisa o una jeta”. (Jeta: expresión utilizada para referirse a un caradura, una persona sinvergüenza, entre otras).

La edad no va de lo que se ve en el exterior, va de cuanta sabiduría has ganado y como la empleas.   Se trata de como llevas tus relaciones, tus vínculos y de verificar si ya has construido una relación sana contigo mismo, si tu diálogo interno es adecuado y amoroso.   Va de estar claro en lo qué quieres en este tiempo y si sabes cómo obtenerlo.   Va de saber que cada vez necesitamos menos. Se trata de cómo te percibes tú a ti mismo, cuanto te amas, cómo lo expresas y te respetas.   Va de si escuchas el llamado de tu corazón y si lo sigues.    La edad va de saber que todo tiene una evolución y se transforma, el cuerpo no se queda atrás.   La edad va de saber que soy responsable de mi propia vida y, en consecuencia, de que mis decisiones me competen a mí y a nadie más porque entonces me quejaré de que decidan por mí.    Envejecer es asumir con gratitud la experiencia de la vida y entrar a cada etapa con la frente en alto.

¿Cómo hacerlo?   Aprendiendo algo nuevo todo el tiempo.   Buscando actividades que conecten con tu alegría, revivir tus pasiones y pasatiempos, conectar con grupos que compartan tus intereses.   Destapar tu creatividad atreviéndote a dar los pasos que no has dado aún, por miedo al fracaso, al rechazo, al miedo o incluso al éxito.   Mirando mi hermosa silueta al espejo y cuestionar ¿Cómo puedo servir a los demás y aportar mis talentos?   Probar una nueva vocación oculta o tal vez negada y empolvada en el baúl de los recuerdos.    Permitirme se YO y dejar a un lado la mirada ajena.

¿Te atreverías a dejar esos hilos plateados, esas canas ocultas solo unos días a ver que te dicen a ti?

Te invito a que vivas una consulta de acompañamiento conmigo si es que no te “hayas” cómodo en tu edad.

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