Artículo de opinión por Claudia Asúnsolo Rivera
*Periodista, publirrelacionista, escritora y conductora de Radio Passion US
Febrero 18, 2021
Al leer el título de este artículo, sin duda muchos se preguntarán: ¿qué tiene que ver el coronavirus con la espiritualidad? Tengo que decirles que si tienen relación y mucha porque  -entre otras cosas- se relaciona con la forma en que enfrentamos las crisis, con la manera en la que encaramos situaciones difíciles.
Hoy como nunca es preciso entender la necesidad de mantener una alta frecuencia vibratoria, pues nuestras emociones y pensamientos tienen un efecto sobre nuestra salud. Si nuestra vibración energética es alta, es más difícil enfermarnos. Sí por el contrario, caemos presas del miedo o la depresión, como a muchos les está pasando, es más fácil enfermar pues son emociones de baja vibración energética que deprimen nuestro sistema inmune. Es por ello que no me he cansado de decir: cuidados sí; miedo no. Como me comentó mi amigo Pepe hace algunos días: siempre es más fácil tener miedo que tener fe. Por favor, miedo no, cuidado sí.
Quiero hacer una pequeña reflexión sobre la manera en que muchos hemos reaccionado ante las medidas emergentes que esta pandemia ha requerido: el uso del cubrebocas y el mantenerse en casa lo más posible. Por fortuna, son muchos los que han entendido que situaciones extraordinarias como la que estamos viviendo, requieren medidas extraordinarias, y las han acatado.
Pero muchos se han relevado contra ellas y se niegan a seguirlas. Hay quienes usan el cubrebocas solo porque no les queda de otra, pues de lo contrario no podrían entrar a comercios y otros lugares, entonces los portan no por convicción de que se requiere de este cuidado para no contagiarse o contagiar a los demás, sino por mero requisito.
Sé que muchos están cansados, hartos, y que algunos están incluso en contra del confinamiento y del uso del cubrebocas por considerarlos una amenaza a su libertad y derecho de expresión. Ha habido incluso manifestaciones al respecto en diferentes países. Ante esto, no puedo dejar de recordar a personajes como Nelson Mandela y Albert Woodfox.
Mandela, estuvo preso 27 años por su activismo en contra del sistema de segregación racial en Sudáfrica. Sin embargo, ello no le evitó continuar con la lucha por sus ideales hasta lograr su liberación, convertirse en el primer presidente de color en su país y ser reconocido con el premio Nobel de la Paz en 1993. Por su parte, Albert Woodfox, fue uno de los llamados “Tres de Angola” que estuvo preso 40 años (14 de ellos en aislamiento) por su lucha contra el racismo en aquel país. Pese al encierro, ninguno de los dos permitió que su espíritu se quebrantara. Ambos son un ejemplo de que se necesita mucho más que cuatro paredes para detener el espíritu humano y que la libertad es mucho más que usar o dejar de usar algo o de ir y venir a antojo, sin que por ello esté yo negando la gran maravilla, importancia y felicidad de poder hacerlo. A lo que me refiero es que hay cosas mucho más graves que usar un cubrebocas o quedarse en casa.
Nos está faltando temple. Tenemos que entender que la madurez y la sensatez implican que no siempre podemos hacer lo que queremos hacer. Es apremiante en estos momentos ser maduros, fuertes, conscientes, disciplinados y respetuosos, realmente lo necesitamos. Y también pacientes porque esto va para largo.
La pregunta aquí es ¿por qué nos ha costado tanto trabajo acatar estas medidas extraordinarias?  Finalmente en la vida siempre habrá situaciones que nos confronten y vamos a reaccionar con base en lo que llevamos dentro. Si reaccionamos con enojo, es porque ya teníamos enojo dentro buscando un pretexto para salir; si reaccionamos con tristeza, es porque ya estábamos tristes; si reaccionamos con miedo, es porque ya nos sentíamos temerosos y frágiles y seguramente también con mucha necesidad de sentirnos en control, y situaciones como esta pandemia nos enfrentan al hecho de que pocas o nulas son las cosas que podemos controlar. Así pues, el mantenernos en casa no es en realidad el problema, es tan solo la situación que nos está confrontando con nuestras propias emociones. Entonces el problema no está afuera, el problema como la solución está adentro de nosotros, y entonces como siempre el verdadero trabajo debe ser interno.
¿Cómo estamos reaccionando hoy? ¿con impaciencia, enojo y negligencia o con tolerancia, paz y disciplina?  ¿por qué tanto problema en acatar unas reglas que sin bien son molestas, son temporales?  Si, ya se alargaron pero siguen siendo temporales. Si claro, el ser humano es sociable por naturaleza y se extraña salir; se extrañan las fiestas, los cines, los teatros, los bares, los museos. No digo que sea fácil para nadie y es especialmente difícil para los niños y los jóvenes.
Pero ¿será que nos está costando demasiado trabajo estar con nosotros mismos, quedarnos en nuestra casa física paro también en nuestra casa interior? Como sea, podemos salir al campo, a la naturaleza, porque tampoco es bueno estar tanto tiempo encerrados. Si hay opciones para hacer salidas seguras y saludables, pero tenemos que darnos cuenta que hay salidas que no lo son. Y perdón pero si lo voy a decir:  fiestas no, ya habrá tiempo para celebrar cumpleaños y santos y bodas más adelante. Pero ahora, ahora no es momento para ello. No quiero ser poco sensible ni poco empática, pero necesitamos voltear a vernos en el espejo, también reinventar lo que hacemos con nuestro tiempo, acercarnos a la familia, buscar ayuda terapéutica si la necesitamos.
Quiero compartirles nuevamente esto que me encontré. El teólogo jesuita Javier Melloni quien vive retirado en un monasterio en Italia, aunque da conferencias y escribe, y que es de estos personajes que uno es muy afortunado si alguna vez logra verlo, declaró para el periódico español El País:
“El coronavirus nos confronta con asuntos pendientes. Es una fuerza iniciática que llega en el momento adecuado y como toda prueba iniciática, es una travesía que nos lleva al límite. Pero no hemos de ver al virus como un enemigo, sino como un portador de un mensaje que hemos de saber interpretar: frenar ¡frenar!  El l virus no nos deja porque solo se irá cuando hayamos aprendido. Y si se va, vendrá otro. Vivimos un tiempo difícil, pero extraordinario por la oportunidad que representa para generar conciencia de que nuestra propia autoconciencia afecta la realidad en la que vivimos, de que somos cocreadres de nuestra realidad”.
Toca entender que así como no hay seres aislados, no hay acontecimientos aislados ni fortuitos. El coronavirus ha venido a enseñarnos algo como humanidad y al hacernos frenar, nos brinda tiempo para pensar y entender: ¿será que necesitamos ralentizarnos un poco, frenar nuestro acelerado estilo de vida para empezar a darle importancia a las cosas que realmente son importantes? ¿será que tenemos que cuidar el medio ambiente, que tenemos que respetar las leyes espirituales universales para poder vivir en equilibro y llegar a una nueva era en la evolución de nuestra conciencia como humanidad? ¿será que tenemos que empezar a poner el bien común por encima de los intereses individuales, que tenemos que aprender a hermanarnos?
Porque una pandemia pone en manifiesto que si el otro no está bien, no es cierto que yo pueda estarlo del todo. Y hoy tenemos un claro ejemplo de ello pues cada nuevo enfermo, incrementa las posibilidades de contagio. Pero cuidado porque lo que menos necesita un enfermo es que lo discriminemos como ha estado pasando, lo que necesita es apoyo y respeto. Y lo que necesitamos todos es entender es que si me cuido yo, te cuido a ti, y que si te cuidas tú, me cuidas a mí y por eso todos tenemos la responsabilidad y la obligación de cuidarnos cuando se trata de un asunto de salud pública, porque lo que cada uno hace, afecta a los demás. Esto es algo que debe quedar claro: este no es un asunto de salud individual sino un asunto de salud pública en la que el decidir y el actuar del otro, afecta a quienes le rodean. Ante la pandemia, no somos individuos, somos una gran UNO.
Esto es algo que entendió muy bien el emperador Marco Aurelio cuando el imperio romano se vio azotado por la pandemia Antonina en año 165 después de Cristo: el trabajo en equipo, la colaboración solidaria y la ayuda humanitaria para los más vulnerables. Marco Aurelio fue capaz de tener la visión de que los seres humanos tenemos que tomarnos de la mano y apoyarnos en momentos difíciles. Así pues, lo que en realidad toca en pocas palabras, es entender la realidad espiritual de que todos somos uno. Los mayas se referían a este concepto con el saludo IN LAK’ECH que significa «yo soy otro tú», a lo que contestaban: «HALA KEN», que significa: «tú eres otro yo».
Y en lo que individual ¿qué aprendemos cada uno de nosotros de esta experiencia de vida que  -como toda experiencia de vida- nos está enseñando algo? ¿será que tenemos que aprender a ser más pacientes, más tolerantes, a soltar el control, a querernos y cuidarnos más, a ser más considerados con los demás, a ser más disciplinados?  Es una pregunta que cada quien se tiene que hacer.  Sino aprendemos algo de todo esto, entonces sí que será tiempo perdido. Esta situación nos está dando la oportunidad de vernos a nosotros mismos, de ver hacia nuestro interior, porque los habitantes de este silgo XXI solemos estar muy ocupados para hacerlo, y como dice el maestro budista Nhat Hanh: “si vivimos en la distracción, no sabemos que estamos vivos”.
La pandemia es un asunto complejo y como tal necesita soluciones multifactoriales. Además de abordarla desde lo emocional/energético con emociones armoniosas como ya lo expresé, además de aprender de ella lo que tenemos que aprender para que finalmente el “mensajero” pueda irse y además de las medidas emergentes como el uso del cubrebocas y el quedarse en casa, se necesita más, porque esto está lejos de parar.
Hay quienes aseguran que con una buena alimentación basta para no enfermarse. Si bien es cierto que una buena alimentación y un estilo de vida saludable nos permiten tener un sistema inmunológico fuerte que nos proteja de las enfermedades, estas personas pasan por alto una realidad muy importante de ser tomada en cuenta en un asunto que -como ya dije- no es de salud individual sino pública: la mayoría de las personas no tenemos esa buena alimentación y ese estilo de vida saludable. Muchos por negligencia, es cierto, pero también porque son millones las personas que cada mañana salen corriendo para llegar temprano a sus lugares de trabajo y no alcanzan a desayunar -tanto por tiempo como por economía- más que una torta de tamal que es muy rica pero poco nutritiva.
Este asunto de la buena alimentación y la vida saludable no es suficiente para una pandemia de estas proporciones y ante un virus tan contagioso que deja secuelas graves en el 80% de las personas que se enferman. Y tristemente prueba de ello son los miles de personas jóvenes y aparentemente sanas que han muerto. Y sin embrago, si, este estilo de vida saludable también vale la pena de ser sumando a los diversos frentes que se precisan para combatir el coronavirus, eso nadie lo niega.
La cuestión es que esta pandemia requiere soluciones multrifactoriales porque esta fuerza, este mensajero, este maestro energético que es el coronavirus, se ha materializado en una enfermedad que es real, que está matando gente, que está aquí independientemente de que se crea que  efectivamente es la mutación de un virus como las que sí suceden en la naturaleza y una pandemia normal como las que sí ha habido muchas en la historia de la  humanidad (porque la mutación de los virus y las pandemias son algo natural), o bien que se crea que es producto de una conspiración como algunos consideran.  Lo cierto es que hay que hacer algo para detenerla. Y desde este punto de vista urgente y práctico no se me ocurre otra forma más eficiente que la vacunación.
Pero hay muchas dudas y también desconfianza. Para tomar decisiones bien informadas nada mejor que escuchar a los expertos, a los que sí saben. Hay que informarse en buenas fuentes, en fuentes confiables. No hacer caso de lo que dice el Facebook o mi comadre o mi hermano ni los “vendedores” de miedo de los cuales por cierto hay muchos.
Al contrario de lo que muchos creen, el desarrollo de las vacunas para el Covid 19 no fue de la noche a la mañana, sino que se ha basado en investigaciones que ya tenían muchos años. Como sea, no es lo mismo desarrollar una vacuna en el año 2020-21 que hace 10, 20 o 50 años. Obviamente hoy se cuentan con conocimientos científicos que permitan avanzar más rápido. Además, dada la emergencia sanitaria mundial, nunca antes en la historia se habían destinado tantos recursos humanos, materiales y económicos en el desarrollo de una vacuna.  Ni tampoco nunca antes hubo tantos voluntarios dispuestos a formar parte de las pruebas. Todo esto permitió su rápido desarrollo.
En el caso de las vacunas basadas en material genético, que es una nueva generación de vacunas (aunque algunos no entiendan que si son vacunas), su desarrollo se basa en las investigaciones de la bioquímica húngara Katalin Karikó quien pasó cuatro décadas trabajando en la sombra. Ahora parece increíble pero durante años nadie apoyó la idea de Karikó: hacer tratamientos y vacunas basadas en la molécula del ARN.
La idea era buena, pero no estaba de moda y se pensaba que no funcionaría. Además, el manejo de este tipo de vacuas resultaba complicado y costoso. En aquellos años, lo que triunfaba era la terapia génica, basada en ADN. Fue al presentarse la actual pandemia del Covid 19, cuando se prestó atención a esta técnica que ofrece resultados rápidos. En realidad, la forma de crear la vacuna, ya estaba ahí, en lo que fue necesario trabajar fue en los protocolos pertinentes.
Es importante destacar que todas las vacunas que se están aplicando en México (lo poco que se ha aplicado) ya fueron autorizadas por la OMG y la COFEPRIS. Efectivamente México recibió vacunas de Pfizer para que la farmacéutica realizara la etapa 3 de su protocolo. Cabe aclarar que esto no ponía en riesgo a quienes recibieron esta vacuna, pues -como me explicó en entrevista para  el programa Evolución 20-21 de Radio Passion US la QFB y divulgadora científica Carlo Pederman-  toda medicina y toda vacuna pasa por tres etapas para ser autorizada: en la primera se corrobora que sea segura, en la segunda se establecen las dosis y en la tercera se corrobora la efectividad, lo cual implica que no hay un factor de riesgo pues ese ya fue medido en la primera etapa.
Por otra parte, es de suma relevancia que tengamos en cuenta que no se trata de que hoy me vacuno y ya entonces mañana me puedo ir de fiesta, no funciona así. No podemos tirar la toalla, tenemos que seguir cuidándonos desde todos los frentes que ya comenté. La vacuna demora unos 21 días aproximadamente en hacer afecto después de la segunda dosis (en el caso de aquellas que las requieran).
Es mucho lo que hay en juego como para suponer que las vacunas se están aplicando a lo tonto.  De hecho, tenemos el caso de Merck, una de las farmacéuticas más importantes del mundo, que tuvo que dar marcha atrás en el desarrollo de las dos vacunas en las que estaba trabajando, al admitir que no iba por buen camino.
Son muchas ya las personas vacunadas exitosamente en China, Europa y Estados Unidos ¿Qué si la vacuna genera alguna reacción? No en todos las personas pero en muchas claro que si. Toda vacuna puede generar reacción. Pero si llevamos a los niños pequeños a vacunar contra el sarampión -por ejemplo- sabiendo que le dará calentura ¿por qué no vacunarnos nosotros?
¿Qué si ha habido casos de personas que han mostrado afectos adversos? Si, lamentablemente si. Pero porcentualmente estos casos son muy inferiores respecto a los casos exitosos. Estamos hablando que las vacunas autorizadas hasta el momento, tienen un índice de efectividad entre el 70 y más del 90% y eso es mucho.
Que la vacunas van a ser el gran negocio, por supuesto así será. Pero eso no es relevante ahora, lo importante en estos momentos es frenar la pandemia. A aquellos que se pronuncian en contra de la vacunación y que también lo han hecho en contra del uso del cubrebocas y también en contra del confinamiento y del distanciamiento social, solo queda preguntarles ¿qué proponen? A mi parecer no hay otra manera de terminar con la pandemia ¿o si?

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