6 de febrero de 2022

5 min de lectura

Por María Ventosa.

Después de un forzoso confinamiento a finales de marzo del 2020 llevamos más de 670 días en casa, aunque poco a poco hemos ido saliendo y enfrentando los cambios, el encierro nos han dejado aprendizaje en diferentes ámbitos unos positivos y otros no tanto, cada etapa de la pandemia en México ha dejado mucho de qué hablar ya que sumado a la situación política actual del país nos encontramos en un momento histórico nunca vivido en nuestra tierra mexicana, situación por la cual se han desprendido una serie de consecuencias sociales y económicas afectando seriamente no solo la desigualdad social, la distribución de recursos e incluso el llegar a pensar que la interrelación entre la salud, el nivel de ingresos y la educación sean determinantes en el impacto del COVID-19 y sus variante, aunado a esto nos encontramos con un factor importante que se suscitó y se seguirá suscitando a lo largo de estos días siendo una de las consecuencias mas fuertes que nos deje el aislamiento, este factor llamado Fiebre de la cabaña o Síndrome de la cabaña es un término de origen incierto que empezó a mencionarse a comienzos del siglo XX en Estados Unidos para describir un tipo de estado mental causado por meses de aislamiento, soledad y aburrimiento, debidos a los largos e intensos inviernos.
Nos referimos a la “Fiebre de la cabaña” cuando experimentamos miedo por salir a la calle, miedo a contactar con otras personas, temor a realizar actividades que antes eran cotidianas como trabajar fuera de casa, tomar medios de transporte público, entre otras. Podríamos pensar que nos estamos volviendo locos o inseguros, sin embargo, es importante remarcar que no se trata de un trastorno psicológico, por lo que no hay definición oficial sobre ello. Hay antecedentes de su existencia en personas que han desarrollado el síndrome debido a un aislamiento por la guerra, estando en refugios o en submarinos e incluso los astronautas también llegan a padecerlo, por lo cual hablamos de una consecuencia conocida, o incluso podría verse como “natural”, al hecho de pasar tanto tiempo confinados y sentirte seguro en ese lugar.
Es el mismo caso que vivimos hoy en día y al cual debemos de poner atención para poder en su momento enfrentarlo y saber el porqué nos sentimos de una u otra forma, es posible que, aunque ya está siendo tiempo de salir a una vida normal poco a poco, aún hay gente que prefiere no salir, pues es posible que ya sea parte de esta fiebre, sin embargo, en lo que nos normalizamos en este volver a la vida cotidiana tenemos que salir a abastecernos de víveres, así como otros tienen que salir a trabajar y/o atender sus negocios, seguramente muchos seguirán las reglas de sanidad establecidas de manera extrema y otros a la ligera a pesar de ello podemos llegar a generar los síntomas de la Fiebre de la cabaña, pues aunque conozcamos que hay una probabilidad aproximadamente de un 30% de salir sin tener peligro por ser respetuoso con tus semejantes manteniendo una sana distancia, y seguir todas las reglas de higiene, al estar en tu área de seguridad y confort nada de esto te motivará a salir de casa.
Vivimos en una disyuntiva de cuál es la realidad, bombardeados de noticias falsas y otras verdaderas, números alterados y en algunos casos inciertos, más las vivencias de la gente cercana, enfermos, vivos o muertos, casos que al ser parte de tu círculo cercano generan credibilidad de las condiciones a las que nos enfrentamos, haciendo de todo esto en conjunto una maraña de ideas que invaden nuestra cabeza por la que evitamos salir provocando esa falsa sensación del síndrome de la cabaña siendo únicamente miedo al contagio, mismo que en algún momento deberemos de afrontar. Sin embargo, podemos reconocer algunos de los síntomas de la fiebre como serían posibles alteraciones en los patrones de sueño, a nivel cognitivo; dificultad para la concentración y déficitis de memoria, a nivel emocional; tener sensación de nerviosismo, síntomas depresivos y ansiosos, sensación de desasosiego y enjaulamiento, frustración, angustia y temor, podría aparecer la falta de motivación, gran esfuerzo para realizar tareas cotidianas, sobre todo que impliquen salir al exterior y por último, excesivo miedo a salir, retomar la rutina y relaciones sociales.
Podríamos preocuparnos al darnos cuenta de que tenemos varios de estos síntomas, incluso muchos podrían agarrase de esto para sugerir salir de inmediato a reavivar la sociedad o la economía, pero esto no es un caso perdido, todo tiene solución por lo que si empezamos a tener alguno de estos puntos debemos de cambiar nuestros hábitos y nuestro día a día, eso no significa que debemos de salir a la calle corriendo para no tener el síndrome, pero si, que debemos de ocuparnos de nosotros mismos, algunas formas de hacerlo según los expertos en el tema podrían ser las siguientes:
Diseñar una rutina con el fin de evitar demasiado tiempo inactivos
Realizar ejercicio físico
Mantener contacto social por medio de las redes sociales
Transmitir como nos sentimos a otros, no invalidar las emociones negativas
Ir retomando de manera progresiva las actividades de la vida cotidiana, de forma que empecemos a exponernos primero a aquellas situaciones que nos generan menor ansiedad hasta habituarnos
Buscar apoyo profesional si es necesario
Cabe mencionar que hay que saber diferenciar entre el miedo al contagio por las experiencias cercanas y la fiebre de la cabaña antes de sentirnos agobiados por el tema, escucha tu cuerpo y enfrenta cualquier situación que ocurra dentro de él porque esto aún no termina, pero si ponemos de nuestra parte seguramente tendremos buenos y prontos resultados.

“TODO VA A ESTAR BIEN AL FINAL, SI NO ESTÁ BIEN, ENTONCES NO ES EL FINAL”, Ed Sheeran.

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