Solo en el reconocimiento de nuestros defectos y nuestras áreas de oportunidad encontraremos la paz que tanto necesitamos.
Hemos sido condicionados a reconocernos desde una visión muy superflua, si lo pusiera en términos de conocer una ciudad es como visitar solo la zona turística y emitir una opinión de ella.  No, hay que entrarle a conocer a profundidad nuestras propias favelas, nuestras zonas complicadas y conflictivas y con toda la ternura que somos capaces abrazar todo aquello que somos.
Solo detectando en la práctica cada día donde yo misma me juzgo, donde yo misma me rechazo, donde yo misma soy cruel conmigo, donde yo misma me exijo una perfección que no existe, lograremos comenzar a comprender cuales son los botones que activan nuestras reacciones, para así aprender a abrazarnos cada que el juez interno se activa, cada que yo estamos pensando que somos imperfectos y otras tantas frases demoledoras del amor a nosotros mismos, para al final del día decir sí… todo eso y más soy y a pesar de todo me acepto, me doy ternura y compasión, me respeto y me amo.
Hemos confundido el mimarnos con amarnos.
Todo aquello que hacemos por nuestras partes que están más en la superficie, comprarnos un vestido nuevo, hacernos un cambio de look, llevarnos de compras y sí esta perfecto, pero eso no es amarnos eso es cuidarnos, eso es mimarnos, eso es darle una pulida a la cubierta. Amar es otra cosa, es ir a más de allá de la apariencia, es ir con decisión a la profundidad y la complejidad que somos, amarnos implica aprender a ser honestos con nosotros mismos, aprender a sentirnos, aprender a escucharnos, aprender a atendernos, aprender a observarnos desde la verdad, aprender a no dulcificar lo que sentimos, lo que pensamos, lo que actuamos o como reaccionamos, aprender a reconocernos sin mutilar las partes que consideramos juzgables, pues son esas partes precisamente las que más requieren de nuestro cuidado, de nuestra escucha, de nuestra ternura y compasión.  Y es esa escucha y atención lo que sanea y reestructura la relación que tenemos con nosotros mismos.
Solo cuando salimos del autoengaño de yo público, de la careta que damos a los demás sonriente e inmutable, cuando somos capaces de perdonar nuestra propia imperfección, así y solo así se activa el auto respeto en profundo conocimiento de todas y cada una de las partes que nos conforman sin engaños, así es como se activa el amor incondicional personal, el cual puede salir hacia afuera para compartir con los otros.
Cada uno de nosotros somos la mejor combinación de virtudes y defectos posible y hemos venido aquí a sanar el desamor por nosotros mismos.

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